GUILLERMO SAMPERIO CUENTA
1. ¿Cómo surge Cuando el tacto toma la palabra?
Intenté con ese libro introducirme de inmediato en la zona de lo extraño, lo absurdo y, desde luego, de lo fantástico. Recuerdo que había leído a Kafka, Sartre, Felisberto Hernández, a Sade, Camus, Becket, Ionesco, Jarry, Papini, Homero, Borges y a otros que me influyeron en mis inicios. Cuando llegué al taller de los que animaba Arreola en el Instituto Politécnico Nacional (IPN), el maestro Andrés González Pagés me pidió que leyera los tres cuentos que llevaba. Al terminar el taller, me llamó hacia un lado y me pidió dos de los texos que él había escuchado. Fue un gran gusto, ya que me imaginaba que tardaría años para ser aceptado como escritor. La revista, del IPN, se llamaba Juego de palabras. Corría el año de 1969.
2. ¿Qué sentías en el momento en que leías tus textos y comenzabas a escribir?
Bueno, cuando los estaba leyendo y luego vinieron las observaciones de mis nuevos compañeros, me di cuenta de que los textos no estaban tan mal, ya que sus críticas fueron de carácter menos. Luego, cuando veía publicados (como ahora), no se me daba una emoción demasiado importante, ya que lo que me emocionaba mucho era y es el proceso creativo, de las diversas versiones, de corregir y pulimentar. Cuando llego a tener el original después de tres, cuatro versiones, y a veces más, la satisfacción ya la disfruté. No digo que no me encuentre contento, sino que el placer lo encuentro en el proceso de la creatividad.
3. ¿Y qué sientes ahora al leerlos?
Me da gusto y me sorprende que varios de tales textos se encuentren ya traducidos o en antologías. Quizá fui muy aventurado y tuve mucha confianza en mi creatividad. Me padre fue miembro del Trío Tamaulipeco de los Hermanos Samperio y director artístico de discos Orfeón; lanzó el rock mexicano y era compositor. Un tío era pintor y me enseñó la historia de la pintura y la arquitectura. Y un amigo de mi colonia, la Clavería, el estupendo director de teatro Germán Castillo, me guió en mis primeros lecturas y luego lo hizo Abigael Bohórquez, uno de nuestros mejores poetas y teatreros, a través de sus actividades en la OPIC en el mezanine del desaparecido Hotel del Prado, a las que no falté durante años. Allí se daban lecturas, conferencias, poesía escénica, etcétera martes y jueves. Fue como una escuela, aparte de mis lecturas.
4. ¿Cómo fue el proceso de publicación?
Empecé a publicar en revistas y en el suplemento El Gallo Ilustrado de un diario llamado El día; además el Instituto Politécnico Nacional, en su época de gran cultura con el impulso del maestro Arreola, me publicó Cuando el tacto toma la palabra, mi primer libro, en 1974. Luego obtuve la beca, en el mismo año, INBA-Fonapas, dirigido por Augusto Monterroso; en ese taller escribí Fuera del ring, cuentos un poco más realistas aunque con un tono extraño. Este libro fue el único finalista en el Concurso Nacional de Cuento de San Luis Potosí de 1975; los jurados fueron el ecuatoriano Miguel Donoso Pareja, Juan Rulfo y Edmundo Valadez. La recomendación la calificaron de única y estricta. Supongo que hubo una discusión sobre el primer lugar. Me propuse escribir otro libro por mi cuenta y mandarlo a San Luis en 1976, pensando que ahora sí ganaría, pero llegó la fecha del cierre y no lo pude terminar. En ese tiempo no había tantas ofertas de concursos como hoy y el único que me quedaba era el Casa de las Américas que debía mandarse a fin de año y fallaba a principios de 1977.
Terminé el libro y lo mandé a Casa de las Américas, La Habana, Cuba; llevaba el título de Miedo ambiente. En ese entonces se empezaba a hablar de “medio ambiente” y me parecía una mamada. Así que yo nombré mi libro satirizando ese término. A principios del 1977, todos los diarios de México, en su primero plana, anunciaron que Miedo ambiente había ganado el Premio Casa de las Américas 1977 y su tiraje fue de 30 mil ejemplares. A mis 29 años era para mí una cantidad enorme; el premio en dinero no fue muy significativo. Hasta ese momento sólo Jorge Ibarguengoitia y Emilio Craballido habían ganado ese premio en dramaturgia y ambos escritores, de todos mis respetos y admiración, eran ya de las primeras ligas y allí me coloqué antes de cumplir 30 años. Grijalbo me publicaría juntos el libro ganador y los dos anteriores. Y, de ahí en adelante, seguí con la escritura. Y me diversifiqué hacia la novela: Anteojos para la abstracción, Cal y Arena, y Anteojos para la abstracción, Océano; el segundo está editado hace poco en España bajo el sello Berenice y el primero aparecerá en la antología que publicará Castalia de Madrid, en su colección “Clásicos castellanos”, libro que incluirá además una buena cantidad de cuentos publicados e inéditos, junto con una selección de poemas en prosa y dibujos a línea, creados por mí durante décadas, a lo largo del volumen; el antologador y quien está haciendo el estudio introductorio es el escritor Javier Fernández, quien acaba de realizar el estudio introductorio de La mariposa de latón de W. Golding para la misma editorial. Mi antología aún carece de título; en eso estamos. He publicado libros de ensayo y de poesía, abarcando todos los géneros literarios.
5. ¿Qué consideras que se necesita para ser llamado escritor?
Escribir literatura.
6. ¿Qué tiene que hacer un escritor para publicar en México?
Buscarse unos cuates y que hagan una revista aunque sea en papel de tercera clase y lo mejor diseñada. Que tengan sus blogs. Que concursen en cuanto premio se les presente sin esperanza de ganarlos, pero si alguno cae, ya estará en el camino de alguna editorial. Hay el mito de que todos los premios están arreglados, pero en rigor sólo están arreglados como el 40% y, por lo tanto, hay el 60% de posibilidades de ganar con honestidad.
7. ¿Crees que existe un estereotipo del escritor? ¿Te consideras dentro del estereotipo?
No creo tanto que haya un estereotipo como tal. Somos un poco estrafalarios, pero algo se nos debe quedar, ya que ser artista implica un desgaste emocional muy fuerte, ya que ponemos en acción lo que llamaríamos un sexto sentido desde el que vemos y percibimos lo que otros, los de cinco sentidos, no logran distinguir.
8. Háblanos de tu experiencia con Tito Monterroso.
Fue muy constructiva.
9. ¿En dónde te sientes más cómodo: en el cuento, en la novela o en el ensayo?
Desde luego que en el cuento, ya que he escrito un poco más de mil; empecé a escribirlos a los 20 años, hoy lo sigo haciendo y continuaré haciéndolo aunque tenga una mascarilla conectada a mis vías respiratorias, se me haya perdido parte de la memoria y me inyecten morfina para ese dolor intenso que me vendría en la espalda. Las novelas aparecen de manera eventual y, en un principio, no las acabo de entender; las dejo descansar varios años y luego se me aparecen con mayor claridad y empienza el trabajo de reelaboración hasta terminarlas. En este momento estoy finalizando una que fue escrita hace unos 15 años; me falta terminar un capítulo, arreglar el último y darle una última checada. Me esperan tres o cuatro novelas más en distinto punto de avance. El ensayo en rigor no se me dificulta y lo practico de forma eventual. Cuando me aparece la idea de un libro de ensayos, sé que me va a llevar un buen tiempo prepararlo. En lo que se refiere a la poesía tengo dos libros publicados y una plaqueta; en estos momentos la UNAM está procesando para impresión de mi tercer libro y será de poesía en prosa; lo revisaré por última vez, siendo implacable. En rigor, ningún género se me dificulta, sino que cada uno tiene su proceso, sus tiempos y sus peros. Lo importante es no estacionarse en una forma de escritura en ninguno de los géneros
10. ¿Hay diferencia entre el Samperio escritor y el Samperio tallerista?
Desde luego: el primero es maestro de sí mismo; el segundo, de los otros.
11. ¿Qué ayuda más: asistir a talleres o la licenciatura en letras?
Lo que impulsa más la escritura son los talleres literarios. Muchas veces el estudio de una cerrera de letras reprime al posible escritor cuando estudia y analiza, incluso en sus lenguas, autores que le resultan impresionantes y casi imposible de superarlos. El asunto es no intentar competir con autores de otras épocas, sino tomar de ellos los recursos posibles y aplicarlos a nuestra escritura, ya que en la actualidad se escribe otro tipo de literatura muy distinta de la que se practicaba en los años ’50, por ejemplo.
Tuve una experiencia con dos alumnos que entraron a estudiar letras clásicas a la UNAM. Sabiendo lo anterior, les dije que estaba muy bien que estudiaran tal carrera, pero les recomendaba que no dejaran de asistir al taller literario. Uno de ellos asistió casi tres años y medio y sigue escribiendo a pesar de que ahorita elabora su tesis de maestría en Inglaterra; el otro nunca asistió y que yo sepa nunca más volvió a escribir literatura. Se lo tragaron Homero, Sófocles, Virgilio y Luciano Samosata, entre otros monstruos grecolatinos, quienes son muy divertidos y ofrecen mucho que aprenderles.
12. A la par de impartirlos, ¿has tomado talleres? ¿Con quién?
Con Andrés González Pagés y Augusto Monterroso.
13. En tus más de treinta años impartiendo talleres, ¿recuerdas algún discípulo o alguna obra que te haya impresionado?
Son numerosos, pero mi memoria es muy mala y no podría decir quiénes, por el momento
14. ¿Por qué escribiste Después apareció una nave?
Con el fin de compartir mi experiencia con los escritores que empezaran a escribir cuento de cualquier edad. En general, en mi vida de discípulo en talleres, los maestros terminaban, por lo regular, guardándose secretos y autores importantes, como la mayoría de los escritores de éxito que escriben memorias que no nos sirven de nada. Que se casaron con fulanita, que viajaron a tal lugar tan lejos como el recarajo, que fueron pobres de niños o que sus padres los mantuvieron siempre. Que les dio por el alcoholismo, las drogas, o la putería. Pero las claves de sus grandes textos se las llevan a la tumba.
15. ¿Fuera de los consejos de tu libro, qué otros tips podrías darles a las personas que gustan de escribir?
Que una vez que lean y apliquen mi libro, casi único en su género, rompan con todos sus lineamientos e inventen otras maneras de la prosa breve.
16. La estructura y los elementos del cuento que enseñas y que escribiste en tu libro Después apareció una nave son los únicos que practicas o has experimentado con otras formas. Si es así, ¿qué resultados has obtenido?
Desde luego que no. Tenemos el ejemplo de Raymond Carver que escribe cuentos que no llevan final o los de Heminguy, quien sólo hace aparecer una punta del iceberg que contiene su cuento; aunque a veces no vemos el cuento, este autor suicida tiene excelentes relatos. La actitud de Carver casi nos está diciendo que volvamos a revisar la historia del cuento y que recuperemos, de forma arqueológica, elementos que nos pueden ser útiles hoy en día.
Ahora hablemos un poco de varios temas, pues estimamos que su punto de vista es muy importante para nuestros lectores
· Mario Vargas Llosa, premio Nobel de Literatura.
Es un escritor en extremo experimental, quizá el que más experimentos ofreció de los escritores del boom. Tiene novelas de altísimo nivel como La casa verde, Conversaciones en La Catedral, La tía Julia y el escribidor, Lituma en los Andes, entre otras, y sus libros de ensayos y sus obras de teatro. Yo he aprendido mucho de su literatura y me extrañaba muchísimo que no le hubieran dado el Premio Nobel. Era una verguenza que se lo hubieran dado a Octavio Paz, cuya poesía va en decadencia, y que se hubieran tardado tanto para reconocer a tan gran narrador, como en el caso de Juan Carlos Onetti, quien murió sin haberlo recibido, pero respecto de Onetti, extraordinario, siento que fue un Nobel sin Nobel, como en el caso de Alejo Carpentier.
· Propuesta del gobierno federal de reducir en 2 mil millones de pesos el presupuesto destinado a la cultura.
Me parece la agresión más grande que se ha dado a la cultura y al arte mexicanos. No me extraña la medida, pues el gobierno está guiado por gente inculta; digamos que Calderón es un poquito más culto que Fox. Pero ninguno de los dos se ha sabido asesorar de forma debida a propósito de la cuestión cultural en México. Si nos fijamos bien, el asunto es inverso: el Gobierno Federal debería incrementar en 4 mil millones de pesos la operatividad de la cultura mexicana y exportarla, con lo cual recuperaría no poco de tal incremento. Sucede que no saben promover ni vender el arte de México en el extranjero. Por ejemplo, tenemos estupendas compañías de danza independientes, y si las llevaran a Nueva York, a París y otras grandes ciudades del mundo donde la danza ahorita de plano no existe, no sólo promoverían el arte mexicano, sino que la Federación tendría, hasta cierto punto, recuperación económica. O a los pintores, a los grupos de teatro, a sus escritores (traduciéndoles unas 40 cuartillas a las lenguas más mercantiles del mundo, acompañadas de un estupendo curriculum), en fin, hacia donde miremos o escuchemos.
· ¿Quiénes son el futuro inmediato de la literatura en México?
Creo que no son pocos; de los que me vienen a la mente así de pronto: Ana García Bergua, Ana Clavel, Ivonne Reyes, Liliana Pedroza, Cristina Rivera Garza, Mónica Lavín, Edmée Pardo, Queta Nava Gómez, Ignacio Padilla, Jorge Volpi, Enrique Serna, Francisco Hinojosa, Pedro Ángel Palou, Fabio Morábito, Rodrigo De Sahagún, Agustín Cadena, Faustino López Rangel, Albero Chimal, David Toscana, Yussel Dardón, Pablo Soler Frost, Heriberto Yépez, Juan Carlos Quezadas, Jorge Fernández Granados, Eduardo Antonio Parra, Vicente Errasti, Eloy Urroz, Rodolfo Naró, Vicente Alfonso, Fernando Galindo, Eugenio Valle Molina y otros
· ¿Cómo te imaginas el futuro de la literatura?
Tal vez desaparezca la novela en tanto que cada vez más se está convirtiendo en un entretenimiento para damas, además de un gran negocio para editoriales, que ganan millones de euros, y para escritores quienes, amafiados, se reparten los premios de México y España. Por ejemplo varios que han ganado últimamente el Premio de la FIL de Guadalajara, como Mosiváis, que no descanse en paz, más otros y otras más. El Reina Sofía se lo regalaron a Nalgol, digo, a Pitol, uno de los peores escritores de su generación: entre Padilla, Hinojosa y Serna le dan una revolcada como las que le gustan a ella, digo, a él. Por poner un ejemplo que todo mundo comenta.
· ¿Qué piensas de las novelas en la actualidad?
Ver mi respuesta de aquí arriba. En lugar de leer al insufrible Bolaños, o al inflado Vila-Matas y muchos más, los jóvenes necesitan leer a los autores que impulsaron al Boom Latinoamericano (Oliverio Girondo, Felisberto Hernández, Roberto Arlt, Arreola, Rulfo, etc.) y a todo el Boom: es su herencia inmediata y llena de riquezas literarias. Ya se le llama el Siglo de Oro Latinoamericano. La novedad por la novedad es una fórmula de mercado.
· ¿A quién consideras el mejor de los cuentistas actuales?
No se puede elegir uno. Son varios y varias. Algunos/as ya están mencionados/as arriba. Muchos/as mencionados/as más arriba. Algunos dicen que soy yo el mejor, pero no estoy seguro.
***¿Qué opinión tienes de la tecnología con relación a la literatura?
Es fundamental no sólo para conservar archivos que no hacen espacio en la casa, sino también porque cada escritor puede tener su blog, aunque sea mal escritor. La comunicación es muy fluida, etcétera.
· En tu opinión, ¿qué función cumplen los escritores en la sociedad?
Escribir y publicar. Con eso es ya suficiente. Si en lo personal, distantes de su labor como escritores, desean realizar alguna labor social eso es asunto de cada escritor. No se les puede exigir más que escriban lo mejor que puedan.
· ¿Qué piensas de este proyecto?
Es una labor necesaria y espero que crezca rápido. Y otorgue servicios importantes para la comunidad literaria. Podrían crear algún premio, apoyado por alguien, o algo por el estilo. Realizar promoción de la página. Que se registre en Facebook, que tenga links con otras páginas de prestigio.
*Respuesta sin pregunta:
Creo que la profesión de crítico de literatura, en rigor, no debería existir, ya que ese crítico se pone por lo regular por encima de la obra literaria y del autor de la obra; mientras avanza su “análisis” cada vez más vamos sintiendo que el texto literario y su creador son pendejos que, casi por casualidad histórica, lingüística, “contextual”, condicione sociales, casualidades paradojales, semióticas, estilísticas, etcétera, llegó a crear la literatura que, de casualidad, se le atribuye. Como diría Felisberto Hernández, son esos guantes negros, como cuervos, que se posan sobre nuestro hombro y no dan la señal de la santa cruz… En caso de que debieran existir, sería necesario que abrazaran la humildad y caer en cuenta de que no comerían si no existieran las obras literarias y que su labor es ir siguiendo el discurso del texto, y no volar sobre él con sus negras alas abiertas… El “estudioso”, recientemente desparecido, Antonio Alatorre, aparte de que trataba a sus asistentes como perros de la peor ralea, se pasó la vida perdonándoles la vida a Garcilazo, Quevedo y Góngora, además de su cruzada permanente contra otros “estudiosos”; ya se fue un gran alacrán, pero dejó, como tal arácnido, un montón de hijitos… He sabido, por ejemplo, que en el Colegio de México y otros centros de estudio de literatura, han tenido que ir con el ministerio público para arreglar sus pleitos (no teóricos ni estilísticos, desde luego)…